La razón de mis escritos

Reflexiones de Vida

Publicada también en mi Blog de lectura

Un Viaje de Autodescubrimiento Soy profesional en el ámbito de la salud, lector constante de filosofía, voluntario en espacios de apoyo social y emocional. Recuerdo que la primera vez que leí un libro completo fue al finalizar el bachillerato. No se trataba de un bestseller, sino de una obra de Hermann Hesse, cuya lectura me fue recomendada para fortalecer tanto mi vocación profesional como mi desarrollo personal. Desde entonces, quedé profundamente cautivado por la posibilidad de comprender a las personas en sus contextos sociales, al tiempo que evocaba fragmentos significativos de mi infancia, tal como lo hace el autor en su narrativa. A partir de esa experiencia, surgieron en mí nuevas preguntas e ideas: ¿qué ocurriría si yo también hubiese atravesado una situación similar? Esa inquietud me condujo a leer otra obra breve, La mansa de Fiódor Dostoievski, durante unas vacaciones. Aquel relato me ayudó a mejorar mi capacidad de escritura y mi forma de comprender los textos. Fue un ejercicio revelador, tanto intelectual como emocional.

Durante la universidad, atravesé una etapa difícil a nivel emocional. Aunque no conté con asistencia psicológica formal, logré superar mis temores inspirándome en las figuras heroicas de los mitos que leía. En mis prácticas preprofesionales conocí a personas que encarnaban la ética y la empatía en su vida cotidiana; su ejemplo me permitió también desarrollar ese lado humano y vocacional que ahora intento sostener en mi ejercicio profesional.

¿Por Qué Escribo? Tal vez como una forma de canalizar mis pensamientos, emociones y experiencias, buscando un discernimiento honesto. No me considero perfecto (ni aspiro a una perfección inalcanzable), pero sí intento mejorar cada día. Escribir se ha convertido para mí en una herramienta reflexiva que permite explorar lo vivido y simbolizarlo a través de relatos, mitos o leyendas.

En la calle, algunos solían decirme que no valía la pena intentarlo. Sin embargo, estoy convencido de que estos procesos internos valen más que cualquier recompensa material. Me gustaría ser una buena influencia, aunque comprendo que no existen figuras ideales. Todos cometemos errores, a veces incluso evitamos enfrentarlos. Un amigo me dijo alguna vez: “la vida es un riesgo”. En parte, es cierto. Pero también debemos considerar con rigor qué entendemos por “vida” y qué implicamos al hablar de “riesgo”. Si arriesgarse implica hacerse daño (a uno mismo o a quienes lo rodean), entonces no se trata de un acto valiente, sino irresponsable.

Estas reflexiones me motivaron a escribir, a crear espacios para dudar, expresar, construir sentido. Espero seguir cultivando este hábito sin esperar necesariamente una retribución económica, aunque esta no sea irrelevante. Lo importante es la voluntad de transformar el entorno digital con pensamiento crítico y sensibilidad. En tiempos de inteligencia artificial, el desafío humano está en preservar lo creativo, lo reflexivo y lo divergente.

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