Tras la despedida

El Silencio Tras la Despedida

No todos saben narrar lo que ocurre tras una despedida inesperada. Yo tampoco. No porque falten palabras, sino porque sobran silencios. A lo largo de mi vida, he dicho adiós sin pronunciarlo, bajando la mirada con rabia contenida. No era enojo hacia quienes se alejaban, sino hacia mí mismo, por no saber retener, por no comprender a tiempo. Perder a quienes amas sin poder despedirte es una forma silenciosa de duelo… y esta historia nace de allí.

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La Memoria como Peso y Consuelo

Recordar, dicen, es revivir. Pero también es llevar a cuestas una parte del corazón. Cuando uno se aleja geográficamente, algo profundo se queda atrás. Y, con ello, la certeza de que lo verdaderamente importante no se abandona, se lleva dentro… aunque duela.

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El Viajero y la Tormenta

El joven viajero empacaba rumbo a Escocia. El pronóstico del día no era optimista: lluvias torrenciales, advertencias de inundaciones. Y entonces, la ciudad se cubrió de agua. El caos emergió sin pedir permiso. La gente pedía ayuda desesperada. Él tenía un vuelo. Pero también una conciencia que le gritaba.

¿Será este un llamado para quedarme? ¿Una señal? ¿Señor… aún no es mi hora?

Dejó la maleta. Salió. Se unió a su organización de voluntariado. Durante días, no pensó en aviones ni pasaportes, sino en manos tendidas, en vidas por rescatar. Pospuso su viaje sin saber que en medio del lodo y el desconcierto, encontraría algo más profundo que un destino.

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El Encuentro: Una Luz en la Tormenta

Como una luz en medio del desastre, ella apareció. La había visto antes, tal vez en un sueño, tal vez en otra vida. Era el 25 de octubre, un día lluvioso, sí, pero también lleno de esperanza. Él pidió señales… y ella fue la respuesta. La saludó, y en ese gesto —aparentemente simple— sintió una extraña paz, como si aquel saludo bastara para iluminar un alma sin brújula.

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Conexión Silenciosa: Dos Almas y un Chocolate Caliente

Ella, agotada, aceptó su invitación para unirse a la fila donde repartían tazas de chocolate caliente. Hablaron poco, pero algo resonaba con fuerza en el pensamiento del joven: Nos conocemos. Y con eso, basta.

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Aún No es Mi Hora

Y entonces, una frase se hizo presente, casi sagrada, como un eco interior:

Aún no es mi hora.

¿No era hora de partir? ¿O quizá aún no era hora de conocer los nombres…