Una reflexión teológica y personal

Forma parte de mis publicaciones de mi blog

Hoy surgió en mí la idea de elaborar una breve reflexión teológica y personal. En este sentido, he elegido consultar las lecturas del Misal Romano con el fin de clarificar mis ideas sobre tres pasajes bíblicos y extraer de ellos enseñanzas que orienten mi interpretación.

Desarrollo

Las lecturas seleccionadas son: 2 Corintios 4, 7-15 y Mateo 20, 20-28. En la primera, se describe cómo los discípulos, pese a las persecuciones y los padecimientos, no se desalentaron; por el contrario, mantuvieron intacta su convicción. Este relato enfatiza el valor de “CREER” en el contexto litúrgico: no basta con una adhesión meramente intelectual, sino que la fe debe manifestarse en un compromiso coherente y palpable en nuestra vida cotidiana.

Así, por ejemplo, podemos afirmar con firmeza nuestra creencia en Dios; no obstante, si no la proclamamos en el altar ni la evidenciamos en nuestra praxis profesional y personal, incurrimos en un autoengaño. Del mismo modo, si superamos un reto social sin crecer interiormente, o si fuera de casa actuamos con egoísmo y, en el hogar, nos mostramos irreprochables, caemos en hipocresía. Por tanto, solo una fe vivida con coherencia entre el decir y el hacer evita esa disonancia moral.

De esta forma, nace la premisa de creer auténticamente: creer en uno mismo para que, consecuentemente, se cumpla lo que la Escritura propone. En efecto, llevar la sangre de Cristo significa reconocer nuestras faltas, asumir la cruz personal y orientar nuestra fe hacia el Espíritu Santo y, en última instancia, hacia Dios. En mi reflexión, he considerado la relación entre Dios y la intención de ser un verdadero devoto. Mientras que el devoto auténtico cree y actúa, quien proclama devoción sin compromiso corre el riesgo de cultivar el ego y desconocer la verdadera filiación divina.

Un ego inflado puede inducir una búsqueda desmedida de poder y alimentar el orgullo; por tanto, proclamarse “devoto” no garantiza una relación genuina con Dios. En este sentido, los discípulos nos invitan a profundizar el significado de “devoto” más allá de las apariencias. En consecuencia, la verdadera devoción implica asumir con responsabilidad las consecuencias de nuestras faltas como parte esencial del crecimiento espiritual.

En el Evangelio, me impresiona especialmente esta enseñanza: “Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No ha de ser así entre ustedes. Más bien, quien desee ser grande, que se convierta en servidor, y quien quiera ser el primero, que se haga esclavo; así como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”.

En mi experiencia personal, he enfrentado problemas emocionales y rechazo; asimismo, he cometido faltas de las cuales he sufrido las consecuencias. No obstante, continúo creyendo que, aunque a veces considere “no merecerlo”, en realidad sí lo merezco. Si me insultan, debo fortalecerme y asumir la responsabilidad de mis actos; efectivamente, no se trata de soportar pasivamente el daño, sino de confrontar con valentía las lecciones que surgen de mis errores. Así, el texto me enseña que servir con humildad incluye también el autocuidado: reconocer la propia dignidad es un acto de fe.

Este enfoque me brinda un respiro: cuando sufrimos por errores propios, debemos mantener la esperanza, tal como nos anima la primera lectura. De este modo, perseveramos como auténticos discípulos de la vida y desarrollamos empatía hacia los demás. Cuando el dolor nos detiene y nos sume en pensamientos negativos, conviene aceptar la responsabilidad y, pese a las caídas, levantarnos y continuar. Jesús sufrió y, del mismo modo, nosotros sufriremos; sin embargo, reconocer nuestra identidad y apoyarnos en la comunidad fortalece nuestro avance. En última instancia, entre gritos de júbilo, cosecharán aquellos que siembran con dolor.

Reflexión Final

Finalmente, invito a extraer las ideas principales del texto no solo con un propósito espiritual, sino también con un enfoque personal y psicológico. Cabe destacar que leo la Biblia no únicamente como un libro religioso, sino como una fuente de sabiduría y autoconocimiento. En efecto, cada pasaje me impulsa a reflexionar sobre mis propias vivencias y emociones, hallando un sentido más profundo en la cotidianidad.